sábado, 19 de febrero de 2011

IRENE (EIRENE) / LA PAZ


Irene o Eirene, era hija de Zeus, el soberano de los Dioses, y Temis, que representaba la Ley y el Orden Eterno.
Junto con sus hermanas, Dike y Eunomía, formaba la tríada de las Horas o Estaciones, divinidades que regían tanto los ritmos agrarios como los cívicos, ligados directamente a los anteriores en una Sociedad fundamentalmente basada en la Agricultura.

Eirene era la personificación de la paz y la riqueza y era representada en el arte como una joven y bella mujer llevando una cornucopia, un cetro y una antorcha o ritón. En la mitología romana su equivalente es la diosa Pax.

En la mitología griega, las Horas eran originalmente las personificaciones o diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones, si bien posteriormente fueron consideradas como diosas del orden en general y de la justicia.

Como diosas de la ley y el orden que mantenían la estabilidad de la sociedad. El primer signo de este cambio aparece ya en Hesíodo, quien las describe en su Teogonía dando a un país buenas leyes, justicia y paz, las llama hijas de Zeus y Temis y les da los significativos nombres de Eunomia, Dice y Eirene. Pero las ideas éticas y físicas no se mantienen siempre separadas, y a menudo se mezclan unas con las otros, como en Píndaro.

Eirene, la PAZ, era la consecuencia lógica de la Justicia y el Buen Gobierno, al tiempo que posibilitaba la existencia de ambos, y se ligaba a los conceptos de florecer y fructificar. Estas conceptualizaciones responden a la idea de que la Agricultura y la Paz estaban estrechamente relacionadas la una con la otra en el Mundo Griego, pues sólo la vida Pacífica aseguraba el correcto funcionamiento de la Agricultura, en una Sociedad en la que, en un principio, el ciudadano varón era a la vez Agricultor y Guerrero.


Eirene es llamada “fructífera”, “floreciente”, “amiga de la viña”, “patrona de las bodas”, “nodriza de la juventud”, y su presencia implicaba tanto el que la tierra produjera frutos y los animales se reprodujesen, como el que las mujeres pariesen hijos.

Iconográficamente, Eirene suele ser representada como una mujer hermosa, a veces con el atributo de la cornucopia o cuerno de la abundancia lleno de frutos, y acompañada a menudo de Pluto (la Riqueza), personificado por un niño varón, denotando la calidad de Eirene como “nodriza de la juventud”, vinculando nuevamente fecundidad de la naturaleza (cornucopia) y procreación humana.

Eirene, con las HORAS, estaba asociada a una serie de Divinidades implicadas en estos conceptos. De especial importancia era su vínculo con Hera, Diosa del Matrimonio y protectora de las Mujeres, y esposa del soberano Zeus, y de la que la mitología decía había tenido como nodrizas a las Horas. También formaban parte habitual del cortejo de Afrodita, Diosa del Amor; Dionisos, Dios de la Naturaleza, de la Viña y del Vino; o de Perséfone, Diosa de la Regeneración Agrícola y Humana. Asimismo, solían acompañar a las Gracias (Diosa de la Belleza y de la Vegetación), Eros (el Amor) o a Pan (Dios de los Pastores).

Como Diosa, fue objeto de culto en el Mundo Griego, tanto de forma individual, como conjuntamente con las Horas o Asociada a otras divinidades. En Atenas, la estatua y el altar de Eirene se hallaba en el ágora, es decir, en el centro político de la ciudad.

En su altar se celebraban sacrificios no cruentos, pues la Diosa no se complacía en la sangre, en especial durante las fiestas Sinecias, en que se conmemoraba el sinecismo o creación de Instituciones Comunes de la Ciudad y, por tanto, la organización de la Comunidad Cívica y Urbana a partir de la Comunidad Campesina y Agraria. De este modo, se celebraba la unidad de la Ciudad, en torno a las Instituciones Comunes, como carácter esencial del orden civilizado basado en la Agricultura.

En la misma ciudad, había un santuario de las Horas, a las que se rogaba la librase de la sequía, y en sus ceremonias los Niños portaban ramos de olivo con ovillos de lana enredados a ellos, así como frutas engarzadas, representando el producto de los trabajos masculinos (agricultura) y femeninos (labor textil), y, por tanto, la unidad de la fertilidad de la naturaleza y humana, así como el fruto de ambas.

viernes, 11 de febrero de 2011

FOBO


Era el dios del miedo. Del nombre de este dios, derivan todas las palabras relacionadas con la “fobia”.

Hijo de Ares, el dios de la guerra y de la sangre, y de Afrodita, la diosa del amor.

Fobo es el Pánico, el miedo que hace que el guerrero se bata en retirada, abandonando apresuradamente el campo de batalla y sin tener en cuenta nada más que su huida. Siempre va acompañado de su hermano Deimo (es el Temor, el miedo que paraliza a los guerreros cuando están en el combate y que les imposibilita continuar peleando). Ambos acompañan a su padre cuando conduce el carro de Ares, tirado por briosos caballos, hasta la batalla.

En la mitología griega y romana el miedo era tan poderoso que fue divinizado; se le rendía culto como a cualquier otro dios o diosa de los muchos que poblaban los panteones de ambas culturas fundacionales.

Para los griegos el dios del miedo era Fobo, el cual hacía que el guerrero se batiera en retirada en medio del combate. Y para mayor intimidación, Fobo residía en la entrada del Infierno.

Fobo era hermano de Fuga, otra divinidad de la guerra que inducía a los hombres a huir del combate, y de Deimo (Terror), que los paralizaba en el mismo lugar donde se encontraban. Los tres eran hijos y aurigas de Marte, el dios supremo de la guerra que siempre estaba presente en los combates acompañado por sus temibles vástagos.


La madre de Fobo, Fuga y Terror era Afrodita, diosa del amor. Y eso significaba que para los griegos la violencia y el amor eran como dos caras de la misma moneda. No por casualidad la más emblemática de todas las guerras, la de Troya, tuvo como causa directa el insensato amor entre el príncipe troyano Paris y la reina de Esparta, Helena.

Precisamente era en Esparta donde estaba el principal templo de Fobo. Y estaba situado muy cerca del palacio de los Éforos (los magistrados que administraban la justicia, cobraban los impuestos y gobernaban la ciudad cuando el rey andaba en la guerra), para que éstos tuvieran temor de cometer actos indignos de su clase. Y además, el culto a Fobo, o sea el miedo, ayudaba a que la gente no se atreviera a violar las normas (leyes) y las costumbres ( la moral).

También en la ciudad de Corinto había un templo y una gran estatua de Fobo o Miedo. Y su figura aparecía en la égida de Minerva, en tanto que Agamenón, el gran rey que dirigió a los griegos en la guerra contra Troya, llevaba siempre la imagen de Fobo en su escudo.

Los grandes guerreros, como Teseo en la mitología y Alejandro en la historia, ofrecían sacrificios a Fobo para que el miedo no se apoderara de sus tropas.

Cuando los griegos entraron a Troya gracias a la estratagema del caballo urdida por Odiseo (Ulises), los troyanos trataron de defender su hasta entonces invencible ciudad. Sin embargo el Miedo y la Fuga se encargaron de espantarlos y por eso todos los intentos de resistencia fueron inútiles.

Los romanos comenzaron a honrar al dios del Miedo desde que Tulio Hostilio (el tercer rey legendario de Roma, sucesor de Numa Pompilio) le prometió instaurar su culto si lo favorecía en una batalla decisiva contra los albanos. Desde entonces los romanos representaron al dios Miedo como una persona con los cabellos erizados por el terror, el rostro asombrado, la boca abierta y la mirada reflejando el espanto como si estuviera ante un peligro súbito y terrible

jueves, 3 de febrero de 2011

FEME / LA FAMA



Estaba considerada como la diosa de “la Voz Pública”. Como era lógico pensar, vivía rodeada de las personificaciones de la Credulidad, el Error, la Falsa Alegría, el Terror, la Sedición y los Falsos Rumores.

En la mitología griega Feme u Osa era la personificación de los rumores, los cotilleos y la fama. Precisamente su equivalente romana sería la diosa Fama. Se encargaba de extender los rumores y los hechos de los hombres, sin importarle si éstos eran ciertos o no, o eran justos o negativos.

Por este motivo no era bien recibida en las tranquilidades del cielo, y al no ser tampoco una criatura infernal, habitaba entre las nubes, provocando desórdenes y malentendidos entre los mortales. En cierto sentido se la consideraba una mensajera de Zeus.


Feme era hija de Afrodita aunque muchas fuentes señalan que era la última hija que tuvo Gea, que la engendró por sí misma para vengarse de los dioses. Era una criatura alada de inaudita rapidez para cumplir su misión. Tenía un ojo detrás de cada pluma y una lengua por cada ojo que repetía sin cesar todo aquello que aprendía. Además, sus ojos nunca se cerraban, porque a Feme no le afectaba el poder del Sueño. Sófocles en cambio la hace hija de Elpis, la esperanza.

A pesar de los problemas que causaba en todas las ciudades, Feme era querida por gran parte de la población, porque era la que se encargaba de que los hechos de los héroes fueran conocidos, y de abrir al conocimiento público las grandes gestas y las desgracias de los pueblos, fomentando la comunicación. Por esto era invocada a menudo por aquellos que estaban orgullosos de sus actos, que apelaban a su fama para hacerse notar y distinguirse del resto.

Con la aleatoriedad propia del destino, Feme podía ensalzar eternamente a personas caídas en desgracias (como Eneas tras la caída de Troya) o por el contrario, hundir a quien no lo merecía, como fue el caso del difamado Palamedes durante el asedio a dicha ciudad. La malicia de Odiseo propagó falsas acusaciones de traición hasta el punto que Palamedes terminaría lapidado por su fama, en este caso totalmente injustificada.

Se aludía a Feme como una posible proveedora de inmortalidad, al hacer recordar las hazañas de un hombre mucho tiempo después de haber muerto. Este deseo de permanecer eternamente en las mentes de las generaciones futuras inspiraba a los héroes a arriesgar incluso su vida con tal de adquirir el ansiado reconocimiento. Conocido es el caso de Aquiles, que pudo elegir entre una vida larga y anónima o una corta y gloriosa, decantándose por ésta última.

También se la relacionaba con Niké, la victoria, si bien los caprichos de la fama podían hacer que fueran los derrotados los que alcanzasen la notoriedad, como ocurrió en la derrota del paso de las Termópilas. Por esta injusticia el propio Eneas la llamaba la peor de los demonios, y el más rápido.

Su poder de hacer grande lo pequeño y pequeño lo grande la hacía todopoderosa, y los hombres, al principio reacios a sus relatos, terminaban tomando como cierto todos sus argumentos y venerándola como la única portadora de la inmortalidad que los acercase a los dioses. De hecho, Feme tenía un altar en la misma Atenas.