miércoles, 26 de enero de 2011

EOS / LA AURORA


Eos era la hermana de Helios, el dios del Sol, y de Selene, la diosa de la Luna. Precedía el nacimiento del día y con sus rosados dedos abría las puertas de Oriente, esparciendo el rocío en las hojas y haciendo florecer flores y plantas.

En la mitología griega Eos era la diosa titánide de la aurora, que salía de su hogar al borde del océano que rodeaba el mundo para anunciar a su hermano Helios, el Sol.

Eos vivía en un palacio cerca de una de las puertas que daban al inframundo. En su palacio vivía su amado Titonio, convertido en cigarra. Su madre vivía en una parte de su palacio y en otra parte, habitaban los astros en habitaciones para cada uno. Como diosa de la aurora, Eos abría las puertas del infierno con «sonrosados dedos» para que Helios pudiera conducir su carro por el cielo cada día. En la Ilíada de Homero, su toga de color azafrán está bordada o tejida con flores; con dedos sonrosados y brazos dorados, era representada en vasijas áticas como una mujer sobrenaturalmente hermosa, coronada con una tiara o diadema y con largas alas con plumas blancas de pájaro.

Eos era libre con sus favores y tuvo muchos consortes, tanto entre la generación de los titanes como entre los mortales más hermosos. Con Astreo tuvo a todos los vientos y estrellas. Su pasión por el titán Orión no fue correspondida. Eos secuestró a Céfalo, Clito, Ganimedes y Titono para que fueran sus amantes.

En el más restrictivo mundo helénico, el poeta Apolodoro afirmaba, en una anécdota más que un mito, que su vergonzosa despreocupación era un tormento para Afrodita, quien la halló en la cama con Ares.

Titono fue su consorte más fiel, de cuyo diván la imaginaban levantándose los poetas. Cuando Zeus le robó a Ganimedes para que fuese su copero, Eos le pidió que hiciese inmortal a Titono, pero olvidó pedir la eterna juventud. Titono vivió por tanto para siempre pero se hizo más y más anciano, volviéndose más feo y pequeño y convirtiéndose finalmente en un grillo. Desde entonces cada amanecer, la aurora llora por el destino de su amante lágrimas de rocío, que el grillo bebe, según la creencia antigua. Y si se le pregunta qué desea ahora, responde repetidamente en latín: Mori, mori, mori... Estar muerto.


Según Hesíodo, Titono y Eos tuvieron dos hijos, Memnón y Ematión. Memnón luchó junto a los troyanos en la Guerra de Troya y fue muerto. Su imagen con Memnón muerto sobre sus rodillas, como Tetis con Aquiles e Isis con Osiris, fue el icono que inspiró la Pietà cristiana.


Luego estaba Céfalo. El rapto de Céfalo tenía un atractivo especial para el público ateniense debido a que éste era un muchacho de la ciudad, por lo que este elemento mítico apareció frecuentemente en las vasijas pintadas áticas y fue exportado con ellas. En los mitos literarios Eos raptó a Céfalo cuando éste estaba cazando y lo llevó a Siria. Pausanias fue informado de que la secuestradora de Céfalo fue Hemera, la diosa del día. Aunque Céfalo ya estaba casado con Procris, Eos tuvo tres hijos con él, incluidos Faetonte y Héspero. Pero entonces Céfalo empezó a añorar a su esposa, provocando que una contrariada Eos lo devolviese con ella y lo maldijese. En el relato de Higino se cuenta que Céfalo mató accidentalmente a Procris algún tiempo después al confundirla con un animal mientras cazaba; en Las metamorfosis de Ovidio Procris, celosa, estaba espiándolo y le oyó cantar al viento, Aura, pero creyó que era una serenata a su antigua amante Aurora.

En la mitología romana, Aurora es la deidad que personifica el amanecer. Es una mujer encantadora que vuela a través del cielo para anunciar la llegada del sol. Sus hermanos son: el Sol y la Luna. Tuvo muchos maridos e hijos, cuatro de sus hijos son los vientos del norte, del sur, del este, y del oeste. Según el mito, sus lágrimas son las causantes del rocío mientras ella vuela a través del cielo llorando por uno de sus hijos que fue asesinado. Lucifer —uno de sus hijos— fue tomado por la mitología cristiana para representar a Satanás (de la mitología judía). Su equivalente en la mitología griega es la diosa Eos.

viernes, 21 de enero de 2011

CIRCE





Maga cruel, diosa de los hechiceros. Habitaba en un palacio, desde donde encantaba a los paseantes y marineros, a los que robaba y convertía en animales.

En la mitología griega, Circe era una diosa y hechicera que vivió en la isla de Eea.
Sus padres fueron Helios, el titán preolímpico del Sol, y la oceánide Perseis. Como hermanos tuvo a Eetes, el rey de la Cólquida, y Pasífae. Transformaba a sus enemigos o a los que la ofendían en animales mediante el uso de pociones mágicas y era conocida por sus conocimientos de herborística y medicina.


En la Odisea de Homero, su casa es descrita como una mansión de piedra que se alzaba en mitad de un claro en un denso bosque. Alrededor de la casa rondaban leones y lobos, que en realidad no eran más que las víctimas de su magia: no eran peligrosos y lisonjeaban a todos los extraños. Circe dedicaba su tiempo a trabajar en un gran telar.

Cuando Odiseo llegó a la isla de Eea mandó bajar a la mitad de la tripulación, quedándose él en su barco. Circe invitó a los marineros a un banquete, envenenando la comida con una de sus pociones, transformándolos en cerdos con una vara después de que se hubieran atiborrado. Sólo Euríloco, sospechando una traición desde el principio, logró escapar avisando a Odiseo y a los otros que habían permanecido en los barcos. Con el fin de ayudar a sus hombres, Odiseo recurrió al dios Hermes, de quien recibió una hierba que lo hizo inmune a los encantamientos de Circe. La obligó a restablecer la forma humana de sus compañeros y, sorprendida de que alguien pudiera resistirse a sus sortilegios, se enamoró de Odiseo.


Enamorada de Odiseo, le ayudó en su viaje de regreso a casa después de que él y su tripulación pasasen un año con ella en su isla. Según Homero, Circe sugirió a Odiseo dos rutas alternativas para volver a Ítaca: bien hacia las «rocas errantes» (las pumíceas islas Lípari, llamadas de forma parecida en las notas de viaje del Chou Ju-kua en el siglo XIII), donde reinaba el rey Eolo, o bien pasar entre la peligrosa Escila y el remolino de Caribdis, normalmente identificado con el estrecho de Mesina.

Casi al final de su Teogonía (1011f) Hesíodo cuenta que Circe tuvo tres hijos de Odiseo: Agrio (por lo demás desconocido), Latino y Telégono, quien gobernó a los tirsenos, es decir los etruscos. Poetas posteriores sólo suelen mencionar a este último como hijo de Odiseo y Circe.

Cuando se hizo adulto, cuentan, Circe le envió a buscar a su padre, quien había regresado mucho tiempo atrás a su hogar, pero al llegar Telégono le mató por accidente, llevando su cuerpo de vuelta a Eea junto con su viuda Penélope y su hijo Telémaco. Circe les hizo inmortales y desposó a Telémaco, mientras Telégono se casó con Penélope.

Dionisio de Halicarnaso cita que Xenágoras el historiador afirmaba que Odiseo y Circe tenían tres hijos: Romo, Antias y Árdeas, epónimos de las ciudades de Roma, Anzio y Ardea respectivamente.

Que Circe también purificase a los argonautas por la muerte de Apsirto puede ser una tradición arcaica.
En historias posteriores, Circe transformaba a Pico en un pájaro carpintero por rechazar su amor, y a Escila en una criatura monstruosa con seis cabezas de perro cuando Glauco, otro objeto de los afectos de Circe, declaraba su amor eterno hacia aquélla.

Circe, en la mitología griega, hechicera, hija del dios Helios y de la nereida Perseis. Vivía en la isla de Ea, cerca de la costa oeste de Italia. Con pociones y encantamientos, Circe era capaz de convertir a los seres humanos en animales. Sin embargo, sus víctimas conservaban la razón, y sabían lo que les había ocurrido. Durante su travesía, el héroe griego Odiseo visitó la isla de Circe con sus compañeros, a los que ésta transformó en cerdos.

"Ulises/Odiseo cuenta la historia"
“Proseguimos la navegación en el barco abarrotado y arribamos nuevamente a una isla, la de Eea, habitada por una bella semidiosa, hija de Helio y de Perse, que tiene por padre el Océano y hermana del rey Eetes. Llamábase Circe y poseía un soberbio palacio en la isla, pero nosotros nada sabíamos de ella. Anclamos en una bahía agotados por la fatiga. A la mañana tercera, yo, armado con la lanza y la espada, me dispuse a ir a explorar el país y anduve hasta que descubrí una columna de humo que se elevaba del palacio de Circe. 
Pronto todos nos dirigimos a aquel palacio, construido en piedra tallada y oculto en un apacible valle de la isla. Pero, ¡qué asombro el de mis compañeros al descubrir que en la cerca del edificio y delante de las puertas habían lobos de agudos dientes y leones de abundantes melenas, paseándose de un lado a otro! 
Al ver que aquellas bestias no les causaban ningún daño, mis amigos, se acercaron a las puertas del palacio, en cuyo interior resonaba la voz de Circe, que era una excelente cantante. Por consejo de Polites, el más caro de mis compañeros, llamaron a la mujer, pidiéndole que saliese, y, en efecto , ella se presentó y les invitó a pasar. Circe acompañó a los demás al palacio, tratándoles con gran amabilidad. Luego trajo queso, harina y miel y con estos ingredientes la maga amasó un exquisito pastel; pero mientras lo confeccionaba mezcló en la pasta sin ser vista por nadie, ciertos jugos nocivos, destinados a perturbar los sentidos de aquellos infelices. Y en efecto apenas probaron el tentador manjar, todos quedaron convertidos en cerdos.” 
Yo veía todo desde lejos en compañía de Euríloco, “Huyamos de esta playa maldita, me dijo” En el camino hacia el barco me encontré con un joven, adornado con todas las gracias de la juventud, que me alargó su vara de oro, por lo que conocí en él a Hermes, el mensajero de los celestiales. El, cogiéndome afablemente de la mano, me dijo: “Infeliz, ¿adónde vas corriendo por estas selvas sin conocer el país? Circe ha encerrado a tus amigos en la pocilga, transformados en cerdos. ¿Acaso vas a liberarlos? Mira que antes sufrirás tu la misma suerte. Pero yo voy a darte un remedio que te preservará de aquella desgracia. Si llevas sobre ti esta planta maravillosa sus filtros impedirán que te haga algo a ti. Ella te preparará una jalea con vino muy dulce, en la que echará sus drogas, pero esta hierba impedirá que te convierta en bestia. Cuando te toque con su larga vara mágica, tú desenvainas tu espada y arremetes contra ella como si fueses a matarla, con lo cual arrancarás fácilmente un juramento sagrado. Entonces puedes quedarte tranquilo a su lado y satisfacer su voluntad, y una vez exista intimidad entre vosotros, ya no rechazará tus ruegos y te devolverá a tus amigos”.

sábado, 15 de enero de 2011

EOLO


Eolo estaba considerado (como Céfiro) el dios de los vientos. A todos los tenía encerrados en un antro profundo y podía provocarlos y aplacarlos a su antojo.

Eolo (en griego Αἴολος) es el nombre de tres personajes distintos. Aunque yo me referiré al hijo de Hípotes, conocido como el señor de los Vientos.

Vivía en la isla flotante de Eolia con sus seis hijos y sus seis hijas. Zeus le había dado el poder de controlar los vientos, Eolo los tenía encadenados en un antro profundo, donde los gobernaba con un dominio absoluto, apresándolos o liberándolos a su antojo, ya que todos los vientos liberados podrían provocar graves desastres en el cielo, la tierra y las aguas.
Eolo era responsable del control de las tempestades, y los dioses, le pedían en algunos casos su ayuda como hizo Hera para impedir que Eneas desembarcase en Italia. También trató de ayudar a Odiseo que lo visitó al retornar a Ítaca. Eolo lo trató muy bien, y le dio un viento favorable, además de una bolsa que contenía todos los vientos y que debía ser utilizada con cuidado. Sin embargo, la tripulación de Odiseo creyó que la bolsa contenía oro y la abrió, provocando graves tempestades. La nave terminó regresando a las costas de Eolia, pero Eolo se negó a ayudarles de nuevo. Eolo es representado empuñando un cetro como símbolo de su autoridad, y rodeado de turbulentos remolinos, los Vientos, cada uno de los cuales era un dios.


Según estas versiones, Eolo, el padre de la raza eolia, se relaciona con el señor y dios de los vientos. El punto de partida sobre el que se estableció esta conexión, desarrollada más tarde por los poetas y mitógrafos, se encuentra en Homero, Odisea, 10. 2 y ss.

Sin embargo, en Homero (Homero, Odisea, 10.1 ss.) Eolo no aparece ni como dios ni como padre de los vientos, sino simplemente como el afortunado gobernante de la flotante isla Eolia, al que Zeus había convertido en el administrador de los vientos, a los que podía aplacar o poner en movimiento a su antojo. Esta afirmación de Homero y la etimología de su nombre a partir del griego ἀελλαῖος («tormentoso») fueron la causa de que en tiempos posteriores Eolo fuera contemplado como dios y rey de los vientos, que guardaba encerrados en una montaña. Por consiguiente, fue a él a quien Juno se dirigió cuando quiso destruir la flota de los Troyanos (Virgilio, Eneida, 1.65 ss.). En tiempos de Pausanias se creía que la isla Eolia de Homero era Lípari (Pausanias, 10.11.3). Consecuentemente, en tiempos posteriores, se creyó que esta isla (o la de Stromboli) era el lugar en el que habitaba el dios de los vientos (Virgilio, Eneida, 1.52, 8.416; Estrabón, 6.5). Otras fuentes sitúan en Tracia la residencia de Eolo (Apolonio de Rodas, 1. 954, 4. 765) o en las proximidades de Regio en Italia.


Eolo (hijo de Helén)
Este Eolo fue hijo de Helén y de la náyade Orséis y hermano de Doro, Juto y Anfictión. Se le describe como rey de Eólida (posteriormente llamada Tesalia) y se le supone fundador de la rama eólica de la nación helénica. Eolo desposó a Enareta, hija de Dímaco, con la que tuvo muchos hijos, aunque su número e identidades varían de un autor a otro. Algunos incluyen a Creteo, Sísifo, Deyoneo, Salmoneo, Atamante, Perieres, Cercafas y quizás a Magnes (quien suele ser considerado como hermano de Macedón) y Etlio. Otro de los hijos mencionados es Mimas que es vinculado al tercer Eolo (véase abajo) a través de una genealogía muy acomodaticia. Entre las hijas de Eolo y Enareta se cuentan Cálix, Pisidice, Perimele y Alcíone. Este Eolo también tuvo una hija ilegítima llamada Arne, engendrada con Melanipa, hija del centauro Quirón. Esta Arne sería la madre del segundo Eolo, a través de Poseidón.

Eolo (hijo de Poseidón)
Este Eolo fue hijo de Poseidón y Arne, hija de Eolo. Tuvo como hermano gemelo a Beoto. Cuando Arne confesó a su madre que estaba embarazada de Poseidón, éste no le creyó y la casó con un mortal llamado Metaponto, rey de Icaria. Como consecuencia de ello, Beoto y Eolo nacieron y fueron criados en la casa de Meta­ponto. Cuando los gemelos llegaron a la adolescencia, Metaponto decidió repudiar a Arne y desposar a Autólita, como éstos tomaron partido por su madre, se vieron en la necesidad de matar a la nueva reina, renunciar a su herencia y huir de Icaria. Beoto, acompañado por Arne, se marchó al sur de Tesalia y fundó Beocia; Eolo, por su parte, llegó hasta un grupo de islas en el Mar Tirreno, las cuales recibieron en su honor el nombre de Islas Eolias; según algunas fuentes, este Eolo fundó además la ciudad de Lipara. Aunque tradicionalmente su hogar ha sido identificado como una de las Islas Eólias, cerca de Sicilia, se ha sugerido como localización alternativa a Grambusa en la costa noroccidental de Creta. Eolo tuvo seis hijos y seis hijas, que vivieron felices con él hasta el día en que se enteró de las relaciones incestuosas que su hijo Macareo mantenía con su hermana Cánace. Horrorizado, Eolo expulsó a Macareo (Canace se suicidó de vergüenza) y arrojó al hijo incestuoso a los perros. (Otras fuentes señalan que la hija, llamada Anfisa, fue rescatada y posteriormente amada por Apolo.)

martes, 11 de enero de 2011

ASCLEPIO / ESCULAPIO




Dios de la medicina. A sus templos consagrados, acudían los griegos y romanos para hallar el remedio de sus enfermedades.

En la mitología griega Asclepio o Asclepios, Esculapio para los romanos, fue el dios de la Medicina y calculación, venerado en Grecia en varios santuarios. El más importante era el de Epidauro en el Peloponeso donde se desarrolló una verdadera escuela de medicina.

Se dice que la familia de Hipócrates descendía de este dios. Sus atributos se representan con serpientes enrolladas en un bastón, piñas, coronas de laurel, una cabra o un perro. El más común es el de la serpiente, animal que, según los antiguos, vivía tanto sobre la tierra como en su interior. Asclepios tenía el don de la curación y conocía muy bien la vegetación y en particular las plantas medicinales.


Según cuenta la mitología, Asclepio era hijo de Apolo y de la mortal Coronis o Corónide. Antes de convertirse en dios fue un héroe de Tesalia (la región más grande de la antigua Grecia, limítrofe con la antigua Macedonia, Epiro y el mar Egeo al este).

Existen varias versiones sobre el lugar y las circunstancias de su nacimiento. La más conocida es la que ha llegado a través de las narraciones del poeta griego Píndaro (siglo VI a. C.), donde narra los amores de Apolo con Corónide, hija del rey de Tesalia llamado Flegias. La unión de los amantes tuvo lugar en las orillas de la laguna Beobea, cerca de Lacerea, en Grecia.

Apolo dejó embarazada a Corónide y regresó a Delfos, dejándola bajo la vigilancia de un cuervo blanco o corneja. En este tiempo Corónide tuvo relaciones con el mortal Isquis, hijo de Élato (gobernador de la región del monte Cileno y conquistador de la Fócida, antigua región del centro de Grecia). La corneja voló hasta Apolo y le advirtió de los amoríos de Corónide. Apolo maldijo al animal condenándolo a llevar en adelante el color negro en lugar del blanco y mató a Corónide y antes de que la pira funeraria la incinerase, sacó de su vientre la criatura, que sería el futuro dios Asclepio. En otras versiones se dice que Apolo pidió a su hermana Artemisa la ejecución de esta muerte.

Otra versión de los hechos cuenta que el rey Flegias de Tesalia viajó al Peloponeso en compañía de su hija, para comprobar las riquezas que se guardaban en aquella región y planear su robo. Durante el viaje, Apolo sedujo a Corónide, que dio a luz en secreto al pie de una montaña llamada Mirtio, en tierras de Epidauro. Corónide dejó abandonado al niño que fue alimentado por una de las cabras del rebaño del pastor Arestanas y cuidado por su perro. Cuando Arestanas se enteró quedó admirado al ver la aureola que rodeaba al niño y pensando que era cosa de dioses no se atrevió a tocarlo y dejó que el destino se ocupara de su suerte.

El poder de resucitar a los muertos fue el motivo que indujo al dios Zeus para terminar con la vida de Asclepio. El dios Zeus no estaba muy conforme con la resurrección de los mortales pues temía que se complicase el orden del mundo. Cuando Asclepio resucitó a Hipólito en Trecén (Grecia), Zeus se enfadó muchísimo y mató a Asclepio con un rayo. Hipólito era hijo de Teseo y de una amazona. Teseo se casó después con Fedra, que odiaba a Hipólito y que incitó a su marido a que le diese muerte, dejando así el campo libre a sus futuros hijos que podrían heredar el reino. Pero Asclepio le resucitó y Artemisa se lo llevó (a Hipólito) al santuario de Aricia en Italia. Apolo por su parte se irritó por la muerte de su hijo y en venganza mató a los cíclopes que habían fabricado el rayo asesino. Asclepio ascendió a los cielos y se convirtió en la constelación de Serpentario u Ofiuco.

jueves, 6 de enero de 2011

EL AVE FÉNIX


Este pájaro fabuloso, cuya leyenda es originaria de Egipto, fue honrado por los griegos y ampliamente descrito por algunos autores de la Antigüedad.

El ave Fénix o Phoenix, como lo conocían los griegos, es un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras. Se trataba de un ave fabulosa que se consumía por acción del fuego cada 500 años, para luego resurgir de sus cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en el norte de África.

El mito del ave Fénix, alimentó varias doctrinas y concepciones religiosas de supervivencia en el Más Allá, pues el Fénix muere para renacer con toda su gloria.

Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.


Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada quinientos años.

La leyenda del Ave Fenix relata la historia de un ave capaz de renacer de sus propias cenizas. Es un símbolo universal de la muerte generada por el fuego, la resurrección, la inmortalidad y el sol. También representa la de delicadeza ya que vive solo del rocío sin lastimar a ninguna criatura viviente.

Forma parte del simbolismo de la alquimia, por el renacimiento a través del fuego. En efecto, ésta ave mitológica, en la leyenda medieval del fenix, vive en Arabia, pero vuela a Egipto el hogar de la alquimia, para sufrir su muerte ritual y regeneración. En esta versión, se trata de un ave púrpura o roja que al envejecer construye una pira de madera y especias para arrojarse en su interior. Los rayos del sol encienden el fuego y el pájaro aviva la llama utilizando sus alas hasta consumirse en su totalidad. Luego, un nuevo Fenix nace de las cenizas dejadas por el fuego.


En la antigüedad, el fénix era el símbolo de la inmortalidad del alma, o incluso del año que vuelve a nacer tras haber finalizado su tiempo. En otras culturas el ave fénix se relaciona con el "Pájaro de fuego": El Pájaro de fuego es un espíritu sagrado para muchas tribus aborígenes americanas. Es un elemento fundamental en la mitología aborigen, pues de él depende el trueno, el espíritu aéreo más importante, como voz del Gran Espíritu que habla desde las nubes. El trueno puede venir de los ojos del pájaro de fuego o de su pico. Al atraer las tormentas -espectaculares en las praderas de las tierras de muchas tribus- el pájaro de fuego cumple su compromiso de regar la vegetación y evitar la sequía. El pájaro de fuego va a menudo acompañado por otros espíritus menores en forma de águilas y halcones, tal como aparecen a veces en los tótems representados con una cabeza extra que surge del abdomen. La importancia de este espíritu se manifiesta también por su frecuente presencia en otros objetos sagrados como tambores y, a veces, en vestidos y tipís.

sábado, 1 de enero de 2011

ANTEROS





Antero, hermano gemelo de Eros, era el dios griego del amor correspondido y según otras leyendas el vengador del amor despreciado o no correspondido...

Era hijo de Ares y Afrodita, y lo usaron para que su hermano Eros jugara, así Anteros fue siempre un segundón.

Primero se llevaron mal, algunos hablaron hasta de relación amorosa entre ambos dioses hermanos. Pero, al final Anteros decidió aliarse con su hermano en su misión divina y castigaba a los que no correspondían al amor de otros.


Una de las parejas homosexuales más famosas de la época, Meles y Timágoras, protagonizaron las artimañas de Anteros. Meles era un joven ateniense de quien un extranjero llamado Timágoras se enamoró. Pero Meles lo despreciaba y lo obligaba a soportar sus caprichos y al final le pidió que se arrojase desde lo alto de la Acrópolis para demostrarle aún más su amor. Meles, al ver lo que había conseguido, también se tiró desde lo alto.

Metis levantó un altar a Anteros, en Atenas, en conmemoración al amor despreciado de Timágoras.

Anteros suele representarse como un hermoso joven de larga cabellera con alas de mariposas y con flechas y un arco.


Anteros, con Eros, era uno de los anfitriones de los dioses, alados, llamados Erotes, los dioses con alas siempre eran jóvenes del amor, representados generalmente como muchachos con alas en la compañía de Afrodita o de sus diosas acompañantes.

Cupido era representado con la figura de un niño. De hecho, su propia madre, Afrodita, se sorprendió cuando vio que pasaba el tiempo y la criatura no crecía como era de desear. Así que fue hasta el oráculo de Temis para consultarle su problema, y éste le contestó: "El Amor no puede crecer sin Pasión".

Lo cierto es que Afrodita no acabó de entender esa respuesta... Hasta que nació su hijo Anteros, el dios de la pasión. Cuando estaba junto a él, Cupido crecía hasta convertirse en un apuesto joven; pero cuando se separaban, el dios del amor volvía a su forma infantil y seguía con sus travesuras.