lunes, 9 de agosto de 2010
ARTEMISA / DIANA
Era la hermana gemela de Apolo, por tanto, hija de Zeus y Leto. Los griegos y los romanos la consideraban la diosa de la luna, de los bosques y selvas, donde se encontraban los animales salvajes a los que daba caza. Siempre virgen y eternamente joven, se complacía sólo con la caza.
Por su poder enviaba a las mujeres la muerte tras un mal parto y también de sus flechas salían las muertes repentinas, sobre todo las indoloras. Su carácter era vengativo y fueron muchas las víctimas de su encendida cólera.
Una de estas víctimas fue Acteón, al que convirtió en ciervo para que le devorasen sus perros, porque sin querer éste la había contemplado en un bosque mientras se bañaba desnuda junto a sus ninfas. Para calmar su cólera llegaron incluso a ofrecérsele sacrificios humanos.
La tradición decía que Ifigenia había depositado en Braurón una xoana de Artemisa traída del país de los tauros. Un rito que se celebraba allí era un sacrificio realizado por niñas atenienses de entre cinco y diez años disfrazadas de osas. Las niñas eran conocidas como arktoi (‘oseznas’). Un mito explicando esta servidumbre cuenta que un oso había adoptado la costumbre de visitar regularmente la ciudad de Braurón, cuyas gentes le alimentaban, de forma que con el tiempo el oso fue domado. Pero una niña fue arañada por el oso mientras jugaba con él y por ello un hermano de la niña mató al oso. Artemisa se enfureció, exigiendo que las niñas «actuaran como osas» en su templo como expiación por la muerte del oso. Otra explicación alternativa decía que a causa de la muerte del oso había una peste en Atenas y un oráculo había dicho que la peste sólo cesaría si las jóvenes atenienses expiaban la muerte del animal.
En muchos lugares de la antigua Grecia, las mujeres jóvenes dedicaban justo antes del matrimonio juguetes, muñecos y mechones de su pelo a Artemisa.
Era honrada en todas las regiones montañosas y agrestes de Grecia y su santuario más importante se situaba en Éfeso. La consideraban personificación de la Luna, mientras su hermano gemelo, Apolo, lo era del Sol. Y era a su vez protectora de la tribu de las Amazonas. La diosa presenta una contradicción en su culto ya que en unos lugares era venerada por su virginidad mientras que en otros lo hacían por su fecundidad.
Se le representaba con un ciervo a su lado, una media luna en la frente, armada con un arco de plata, carcaj y flechas. Iba acompañada de un cortejo de ninfas y una jauría de perros y fieras. En el siglo V a. de C, sus esculturas se hacía con una figura triforme cuyos dorsos adosados simbolizaban la luna llena, la luna creciente y la luna menguante.
En Éfeso, su templo fue una de las siete maravillas del mundo. Allí la Señora a la que los griegos asociaban con Artemisa por interpretatio graeca era adorada principalmente como una diosa madre, semejante a la frigia Cibeles, en un antiguo santuario donde su imagen de culto representaba a la «Señora de Éfeso» adornada con múltiples protuberancias similares a pechos, que fueron tradicionalmente interpretadas como múltiples pechos accesorios o testículos de toros sacrificados, hasta que una excavación del yacimiento del Artemision en 1987–1988 identificó la multitud de perlas de ámbar con forma de lágrima que habían adornado la antigua xoana de madera.
La infancia de Artemisa no está recogida en ningún mito conservado: la Ilíada reducía la figura de la pavorosa diosa a una niña que, tras haber sido azotada por Hera, subía al regazo de Zeus. El poeta Calímaco imaginó a la diosa «que se entretiene en las montañas con el arco» en algunas escenas encantadoras: a los tres años, Artemisa pidió a su padre, Zeus, mientras estaba sentada en su rodilla, que le concediese varios deseos. Pidió permanecer casta toda la eternidad y no ser atrapada en el matrimonio, sabuesos de orejas cortadas, ciervos para tirar de su carro, veinte ninfas Amnísides como compañeras de caza, y «sesenta bailarinas oceánides, todas de nueve años». Zeus accedió a sus deseos. Todas sus compañeras permanecieron vírgenes y ella guardó celosamente su castidad.
Es importante advertir que el concepto de «virginidad» es bastante diferente del actual. En aquella época se cree extrañamente que se consideraba una mujer virgen a la mujer soltera, sin ataduras con hombre alguno, apoyando así la naturaleza indomable de Artemisa.
Artemisa mataba a cualquiera de sus compañeras que perdiese su virginidad, tales como Mera y Calisto. Esta última perdió su virginidad con Zeus, que se había presentado disfrazado como Apolo o, en otras versiones, como la propia Artemisa. Calisto fue transformada en osa por Zeus, Artemisa o Hera. El hijo que había tenido con Zeus, Arcas, casi mató a su madre mientras cazaba, pero Zeus o Artemisa le detuvieron y subieron a ambos al cielo como la Osa Mayor y la Osa Menor. En otra versión, Artemisa persiguió y mató a Calisto antes de que Zeus la pusiera entre las constelaciones.
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