domingo, 27 de marzo de 2011

LA NINFA ECO



Eco es, en la mitología griega, una oréade (ninfa de la montaña) del monte Helicón, que amaba su propia voz. Fue criada por ninfas y educada por las Musas.

Eco era una joven ninfa de los bosques, parlanchina y alegre. Con su charla incesante entretenía a Hera, esposa de Zeus. Y estos eran los momentos que Zeus el padre de los dioses griegos, aprovechaba para mantener sus relaciones extraconyugales.
Hera, furiosa cuando supo de ello, culpaba a Eco de entretenerla…y ya que la entretenía con aquellas charlas incesantes, la condenó a no poder hablar, sino solamente podría repetir el final de las frases que escuchara, y ella, avergonzada, abandonó los bosques que solía frecuentar, recluyéndose en una cueva cercana a un riachuelo.

Eco está relacionada con la historia de Narciso. Cualquiera podía excusablemente haberse enamorado de Narciso, incluso cuando era niño, y cuando llegó a los dieciséis años de edad su camino estaba cubierto de numerosos amantes de ambos sexos cruelmente rechazados, pues se sentía tercamente orgulloso de su propia belleza. Entre esos amantes se hallaba la ninfa Eco, quien ya no podía utilizar su voz, sino para repetir tontamente los gritos ajenos, lo que constituía el castigo por haber entretenido a Hera con largos relatos mientras las concubinas de Zeus, las ninfas de la montaña,eludían su mirada celosa y hacían su escapatoria.

Un día en que Narciso salió para cazar ciervos, Eco le siguió a hurtadillas a través del bosque sin senderos con el deseo de hablarle, pero incapaz de ser la primera en hablar.

Por fin Narciso, viendo que se había separado de sus compañeros, gritó:

—¿Está alguien por aquí?
—¡Aquí! —repitió Eco, lo que sorprendió a Narciso, pues nadie estaba a la vista.
—¡Ven!
—¡Ven!
—¿Por qué me eludes?
—¿Por qué me eludes?
—¡Unámonos aquí!
— ¡Unámonos aquí! —repitió Eco, y corrió alegremente del lugar donde estaba oculta a abrazar a Narciso.
Pero él sacudió la cabeza rudamente y se apartó:
—¡Moriré antes de que puedas yacer conmigo! —gritó.
—Yace conmigo —suplicó Eco.

Pero Narciso se había ido, y ella pasó el resto de su vida en cañadas solitarias, consumiéndose de amor y mortificación, hasta que sólo quedó su voz.


Otra forma de explicar la historia de Eco y Narciso es la siguiente:

Narciso daba largos paseos sumido en sus cavilaciones, y uno de esos paseos le llevó a las inmediacions de la cueva donde Eco moraba.
Nuestra ninfa le miró embelesada, quedando prendada de él, pero no reunió el valor suficiente para acercarse.


Narciso encontró agradable la ruta que había seguido ese día y la repitió en más ocasiones. Eco le esperaba y le seguía en su paseo, siempre a distancia, temerosa de ser vista, hasta que un día, un ruido que hizo al pisar una ramita puso a Narciso sobre aviso de su presencia, descubriéndola cuando en vez de seguir andando tras doblar un recodo en el camino quedó esperándola.
Eco palideció al ser descubierta, y luego enrojeció cuando Narciso se dirigió a ella.


- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?

- Aquí... me sigues... -fue lo único que Eco pudo decir, maldita como estaba, habiendo perdido su voz.

Narciso siguió hablando y Eco nunca podía decir lo que deseaba. Finalmente, como la ninfa que era acudió a la ayuda de los animales, que de alguna manera le hicieron entender a Narciso el amor que Eco le profesaba.

Ella miró a Narciso expectante, ansiosa... pero solo recibió una su risa helada que la desgarró.
Y así, mientras Narciso se reía de ella, de sus pretensiones, del amor que albergaba en su interior, Eco moría….

Se retiró a su cueva, donde permaneció quieta, sin moverse, repitiendo en voz baja, un susurro apenas, las últimas palabras que le había oído ... "qué estúpida... qué estúpida... qué... estu... pida...".
Y dicen que allí se consumió de pena Eco, tan quieta, que llegó a convertirse en parte de la propia piedra de la cueva...


Eco también fue pretendida por Pan. Pan era dios y también era mitad hombre y mitad macho cabrío, porque él no conocía el antagonismo alma-naturaleza. Por eso Pan tenía cuernos por su fuerza agresiva y patas de macho cabrío como muestra de la vitalidad de su instinto.


Pan estaba enamorado de Eco. Eco no estaba enamorada de él, así que huyó y se precipitó en la corriente del Laón. Aunque también se explica que como Eco desdeñaba el amor de todos los hombres, provocó la furia de Pan, que ordenó a sus seguidores matarla. Eco fue descuartizada y esparcida por toda la Tierra. Gea recibió los trozos de Eco, cuya voz permanece repitiendo las últimas palabras de los demás.

domingo, 6 de marzo de 2011

LYCAON



Lycaon era el hijo de Pelasgus y Meliboea (o de oread ninfa Cyllene), padre de Oenotrus y el primer rey mítico de Arcadia. Él era el padre de Callisto y, según alguno, él crió a su hijo Arcas.

En la mitología griega Licaón era un rey de Arcadia hijo de Pelasgo (al que sucedió) y de Melibea, Cilene o Deyanira. Otras versiones lo hacen hijo de Titán y la Tierra.

Era un rey culto y religioso, muy querido por su pueblo, al que ayudó a abandonar la vida salvaje que habían llevado hasta entonces. Fundó la ciudad de Licosura, una de las más antiguas de Grecia, y en ella erigió un altar a Zeus Licio. Pero su apasionada religiosidad le llevó a realizar sacrificios humanos, lo que degeneró su posterior metamorfosis. Ovidio afirma que llegó al punto de sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa, violando la sagrada ley de la hospitalidad.


Licaón fue padre de una numerosa prole (algunos autores afirman que llegaban a cincuenta), tenidos de distintas mujeres. Los hijos de Licaón eran famosos por su insolencia e impiedad, y sus crímenes llegaron a oídos de Zeus, que se disfrazó de viejo mendigo y acudió al palacio de los licaónidas para comprobar si los rumores eran ciertos. Los jóvenes príncipes tuvieron la osadía de asesinar a su propio hermano Níctimo y servir sus entrañas al huésped, mezcladas con las de animales. Zeus descubrió el engaño y enfurecido convirtió a todos en lobos, los fulminó con su rayo o tuvieron que exiliarse para siempre, según las versiones. Después devolvió la vida a Níctimo, que sucedió a su padre en el reino de Arcadia.
También existe la versión de que Licaón, pensando que era un mendigo, se preparó para asesinarle, pero alertado por algunas señales divinas, quiso asegurarse antes de que el huésped no era un dios, como afirmaban sus temerosos súbditos. Para ello hizo cocinar la carne de una de sus víctimas o de un esclavo, y se lo sirvió a Zeus. Éste montó en cólera y transformó a Licaón en un lobo, incendiando después el palacio que había sido testigo de tanta crueldad.


Según Apolodoro fue en el reinado de éste último cuando se produjo el diluvio de Deucalión, provocado precisamente por ira que generó a Zeus la impiedad de los hijos de Licaón.
Suidas ofrece otra versión de la historia, según la cual Licaón había extendido, con el fin de que su pueblo se volviese más piadoso, el rumor de que Zeus iba a visitarle a menudo de incógnito. Para comprobarlo sus hijos fueron los que mataron a un niño y mezclaron su carne con la de los bueyes preparados para el sacrificio al dios, que fulminó con un rayo a los asesinos. Fue entonces cuando Licaón, inocente, instituyó las lupercales.

Las Fiestas Lupercales eran, en la Antigua Roma, unas fiestas que se celebraban el día 15 del mes de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro). Fueron instituidas por Evandro el arcadio en honor de Pan Liceo (también llamado Fauno Luperco, el que protegía al lobo, y protegía contra Februo, o también Plutón). Un cuerpo especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci o amigos del lobo) eran elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad que debían ser en su origen adolescentes que sobrevivían de la caza y el merodeo en el bosque durante el tiempo de su iniciación en la edad adulta, lo que por aquel entonces era un tiempo sagrado y transitorio en que se comportaban como lobos humanos. Se reunían el 15 de febrero en la recientemente encontrada gruta del Lupercal (más tarde llamada Ruminal en honor a Rómulo y Remo) en el monte Palatino. Según la tradición fue en este lugar donde Fauno Luperco tomando la forma de una loba, había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y en cuyo honor se hacía la fiesta. La tradición cuenta que allí había una higuera cuyas raíces habían detenido la cesta en cuyo interior se encontraban los gemelos Rómulo y Remo. Bajo la sombra de esta venerable higuera, la Ruminalis, celebraban el sacrificio de un perro y de un macho cabrío, animales que eran considerados impuros. Después se tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido con la sangre de la cabra y a continuación se borraba la mancha con un mechón de lana impregnada en leche del mismo animal. Éste era el momento en que los lupercos prorrumpían en una carcajada de ritual. Luego cortaban la piel de los animales sacrificados en tiras, llamadas februa, que junto con la deidad sabina Februo, y el sobrenombre de Juno, Februalis (la que purifica), son los posibles candidatos a darle nombre al mes de Febrero. Con este aspecto y casi desnudos, sólo tapados con unas tiras de cuero, salían alrededor del monte Palatino donde golpeaban a todos los que encontraban a su paso. El ser azotado por las tiras de cuero de los luperci equivalía a un acto de ´purificación, y era llamado februatio. Este acto de purificación comenzó en el reinado de Rómulo y Remo, cuando las mujeres romanas se hicieron estériles. Después de consultar el oráculo de la diosa Juno, en el bosque Esquilo, ésta respondió: "Madres del Lacio, que os fecunde un macho cabrío velludo". Y es ésta la razón por la que los luperci van desnudos uncidos en sangre de animales impuros (como si vinieran de caza) con pieles de lobo, golpeando con el látigo como si fuera un miembro viril. Para las mujeres, este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Este color representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada con los lupercos en el Ara Máxima, también llamadas lupas o lobas. De este color vistió Helena de Troya para ofender a su marido Menelao, que como todos los reyes de la época, trataban como una esclava a sus mujeres. Hoy en día es color del feminismo). Esta celebración la adoptó el emperador Justiniano I en el imperio de Oriente el año 542, como remedio para una peste que ya había asolado Egipto y Constantinopla y amenazaba el resto del imperio. Con el paso del tiempo el Papa Gelasio I prohibió y condenó, en el año 494, la celebración pagana de las Lupercales. Quiso cristianizar esta festividad y la sustituyó por el 14 de febrero, fecha en la cual murió martirizado un cristiano llamado Valentín, en el año 270 d. C. Las lupercalias se trocaron pues en una procesión de candelas pidiendo, en cánticos y letanías la misma protección contra la muerte y la fertilidad que procuraba Fauno Luperco, ahora elevada a esperanzas de una vida y salud mucho más alta. A pesar de todo, esta procesión de las candelas desterró el rito pagano mucho más efectivamente que todas las prohibiciones anteriores. Esta celebración se unió más tarde a la liturgia de la Presentación, por la referencia que Simeón hace, en su canto, a Cristo como "luz de las naciones", asociada a los cirios, antorchas y candelas encendidas en las manos de los fieles. El 2 de febrero se cumplían cuarenta días desde que, en la época de San Ambrosio, se fija el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, también para desterrar el festejo pagano del culto al Sol. De las lupercales procede hoy la tradición del carnaval gallego característico de Ginzo de Limia, Laza y Verín, donde los cigarrones, pantallas o peliqueiros azotan a la gente con débiles fustas de cuero, con cencerros en honor a los pastores de los que Fauno Luperco era dios, y golpeando con tripas de cerdo hinchadas con la mano.

sábado, 19 de febrero de 2011

IRENE (EIRENE) / LA PAZ


Irene o Eirene, era hija de Zeus, el soberano de los Dioses, y Temis, que representaba la Ley y el Orden Eterno.
Junto con sus hermanas, Dike y Eunomía, formaba la tríada de las Horas o Estaciones, divinidades que regían tanto los ritmos agrarios como los cívicos, ligados directamente a los anteriores en una Sociedad fundamentalmente basada en la Agricultura.

Eirene era la personificación de la paz y la riqueza y era representada en el arte como una joven y bella mujer llevando una cornucopia, un cetro y una antorcha o ritón. En la mitología romana su equivalente es la diosa Pax.

En la mitología griega, las Horas eran originalmente las personificaciones o diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones, si bien posteriormente fueron consideradas como diosas del orden en general y de la justicia.

Como diosas de la ley y el orden que mantenían la estabilidad de la sociedad. El primer signo de este cambio aparece ya en Hesíodo, quien las describe en su Teogonía dando a un país buenas leyes, justicia y paz, las llama hijas de Zeus y Temis y les da los significativos nombres de Eunomia, Dice y Eirene. Pero las ideas éticas y físicas no se mantienen siempre separadas, y a menudo se mezclan unas con las otros, como en Píndaro.

Eirene, la PAZ, era la consecuencia lógica de la Justicia y el Buen Gobierno, al tiempo que posibilitaba la existencia de ambos, y se ligaba a los conceptos de florecer y fructificar. Estas conceptualizaciones responden a la idea de que la Agricultura y la Paz estaban estrechamente relacionadas la una con la otra en el Mundo Griego, pues sólo la vida Pacífica aseguraba el correcto funcionamiento de la Agricultura, en una Sociedad en la que, en un principio, el ciudadano varón era a la vez Agricultor y Guerrero.


Eirene es llamada “fructífera”, “floreciente”, “amiga de la viña”, “patrona de las bodas”, “nodriza de la juventud”, y su presencia implicaba tanto el que la tierra produjera frutos y los animales se reprodujesen, como el que las mujeres pariesen hijos.

Iconográficamente, Eirene suele ser representada como una mujer hermosa, a veces con el atributo de la cornucopia o cuerno de la abundancia lleno de frutos, y acompañada a menudo de Pluto (la Riqueza), personificado por un niño varón, denotando la calidad de Eirene como “nodriza de la juventud”, vinculando nuevamente fecundidad de la naturaleza (cornucopia) y procreación humana.

Eirene, con las HORAS, estaba asociada a una serie de Divinidades implicadas en estos conceptos. De especial importancia era su vínculo con Hera, Diosa del Matrimonio y protectora de las Mujeres, y esposa del soberano Zeus, y de la que la mitología decía había tenido como nodrizas a las Horas. También formaban parte habitual del cortejo de Afrodita, Diosa del Amor; Dionisos, Dios de la Naturaleza, de la Viña y del Vino; o de Perséfone, Diosa de la Regeneración Agrícola y Humana. Asimismo, solían acompañar a las Gracias (Diosa de la Belleza y de la Vegetación), Eros (el Amor) o a Pan (Dios de los Pastores).

Como Diosa, fue objeto de culto en el Mundo Griego, tanto de forma individual, como conjuntamente con las Horas o Asociada a otras divinidades. En Atenas, la estatua y el altar de Eirene se hallaba en el ágora, es decir, en el centro político de la ciudad.

En su altar se celebraban sacrificios no cruentos, pues la Diosa no se complacía en la sangre, en especial durante las fiestas Sinecias, en que se conmemoraba el sinecismo o creación de Instituciones Comunes de la Ciudad y, por tanto, la organización de la Comunidad Cívica y Urbana a partir de la Comunidad Campesina y Agraria. De este modo, se celebraba la unidad de la Ciudad, en torno a las Instituciones Comunes, como carácter esencial del orden civilizado basado en la Agricultura.

En la misma ciudad, había un santuario de las Horas, a las que se rogaba la librase de la sequía, y en sus ceremonias los Niños portaban ramos de olivo con ovillos de lana enredados a ellos, así como frutas engarzadas, representando el producto de los trabajos masculinos (agricultura) y femeninos (labor textil), y, por tanto, la unidad de la fertilidad de la naturaleza y humana, así como el fruto de ambas.

viernes, 11 de febrero de 2011

FOBO


Era el dios del miedo. Del nombre de este dios, derivan todas las palabras relacionadas con la “fobia”.

Hijo de Ares, el dios de la guerra y de la sangre, y de Afrodita, la diosa del amor.

Fobo es el Pánico, el miedo que hace que el guerrero se bata en retirada, abandonando apresuradamente el campo de batalla y sin tener en cuenta nada más que su huida. Siempre va acompañado de su hermano Deimo (es el Temor, el miedo que paraliza a los guerreros cuando están en el combate y que les imposibilita continuar peleando). Ambos acompañan a su padre cuando conduce el carro de Ares, tirado por briosos caballos, hasta la batalla.

En la mitología griega y romana el miedo era tan poderoso que fue divinizado; se le rendía culto como a cualquier otro dios o diosa de los muchos que poblaban los panteones de ambas culturas fundacionales.

Para los griegos el dios del miedo era Fobo, el cual hacía que el guerrero se batiera en retirada en medio del combate. Y para mayor intimidación, Fobo residía en la entrada del Infierno.

Fobo era hermano de Fuga, otra divinidad de la guerra que inducía a los hombres a huir del combate, y de Deimo (Terror), que los paralizaba en el mismo lugar donde se encontraban. Los tres eran hijos y aurigas de Marte, el dios supremo de la guerra que siempre estaba presente en los combates acompañado por sus temibles vástagos.


La madre de Fobo, Fuga y Terror era Afrodita, diosa del amor. Y eso significaba que para los griegos la violencia y el amor eran como dos caras de la misma moneda. No por casualidad la más emblemática de todas las guerras, la de Troya, tuvo como causa directa el insensato amor entre el príncipe troyano Paris y la reina de Esparta, Helena.

Precisamente era en Esparta donde estaba el principal templo de Fobo. Y estaba situado muy cerca del palacio de los Éforos (los magistrados que administraban la justicia, cobraban los impuestos y gobernaban la ciudad cuando el rey andaba en la guerra), para que éstos tuvieran temor de cometer actos indignos de su clase. Y además, el culto a Fobo, o sea el miedo, ayudaba a que la gente no se atreviera a violar las normas (leyes) y las costumbres ( la moral).

También en la ciudad de Corinto había un templo y una gran estatua de Fobo o Miedo. Y su figura aparecía en la égida de Minerva, en tanto que Agamenón, el gran rey que dirigió a los griegos en la guerra contra Troya, llevaba siempre la imagen de Fobo en su escudo.

Los grandes guerreros, como Teseo en la mitología y Alejandro en la historia, ofrecían sacrificios a Fobo para que el miedo no se apoderara de sus tropas.

Cuando los griegos entraron a Troya gracias a la estratagema del caballo urdida por Odiseo (Ulises), los troyanos trataron de defender su hasta entonces invencible ciudad. Sin embargo el Miedo y la Fuga se encargaron de espantarlos y por eso todos los intentos de resistencia fueron inútiles.

Los romanos comenzaron a honrar al dios del Miedo desde que Tulio Hostilio (el tercer rey legendario de Roma, sucesor de Numa Pompilio) le prometió instaurar su culto si lo favorecía en una batalla decisiva contra los albanos. Desde entonces los romanos representaron al dios Miedo como una persona con los cabellos erizados por el terror, el rostro asombrado, la boca abierta y la mirada reflejando el espanto como si estuviera ante un peligro súbito y terrible

jueves, 3 de febrero de 2011

FEME / LA FAMA



Estaba considerada como la diosa de “la Voz Pública”. Como era lógico pensar, vivía rodeada de las personificaciones de la Credulidad, el Error, la Falsa Alegría, el Terror, la Sedición y los Falsos Rumores.

En la mitología griega Feme u Osa era la personificación de los rumores, los cotilleos y la fama. Precisamente su equivalente romana sería la diosa Fama. Se encargaba de extender los rumores y los hechos de los hombres, sin importarle si éstos eran ciertos o no, o eran justos o negativos.

Por este motivo no era bien recibida en las tranquilidades del cielo, y al no ser tampoco una criatura infernal, habitaba entre las nubes, provocando desórdenes y malentendidos entre los mortales. En cierto sentido se la consideraba una mensajera de Zeus.


Feme era hija de Afrodita aunque muchas fuentes señalan que era la última hija que tuvo Gea, que la engendró por sí misma para vengarse de los dioses. Era una criatura alada de inaudita rapidez para cumplir su misión. Tenía un ojo detrás de cada pluma y una lengua por cada ojo que repetía sin cesar todo aquello que aprendía. Además, sus ojos nunca se cerraban, porque a Feme no le afectaba el poder del Sueño. Sófocles en cambio la hace hija de Elpis, la esperanza.

A pesar de los problemas que causaba en todas las ciudades, Feme era querida por gran parte de la población, porque era la que se encargaba de que los hechos de los héroes fueran conocidos, y de abrir al conocimiento público las grandes gestas y las desgracias de los pueblos, fomentando la comunicación. Por esto era invocada a menudo por aquellos que estaban orgullosos de sus actos, que apelaban a su fama para hacerse notar y distinguirse del resto.

Con la aleatoriedad propia del destino, Feme podía ensalzar eternamente a personas caídas en desgracias (como Eneas tras la caída de Troya) o por el contrario, hundir a quien no lo merecía, como fue el caso del difamado Palamedes durante el asedio a dicha ciudad. La malicia de Odiseo propagó falsas acusaciones de traición hasta el punto que Palamedes terminaría lapidado por su fama, en este caso totalmente injustificada.

Se aludía a Feme como una posible proveedora de inmortalidad, al hacer recordar las hazañas de un hombre mucho tiempo después de haber muerto. Este deseo de permanecer eternamente en las mentes de las generaciones futuras inspiraba a los héroes a arriesgar incluso su vida con tal de adquirir el ansiado reconocimiento. Conocido es el caso de Aquiles, que pudo elegir entre una vida larga y anónima o una corta y gloriosa, decantándose por ésta última.

También se la relacionaba con Niké, la victoria, si bien los caprichos de la fama podían hacer que fueran los derrotados los que alcanzasen la notoriedad, como ocurrió en la derrota del paso de las Termópilas. Por esta injusticia el propio Eneas la llamaba la peor de los demonios, y el más rápido.

Su poder de hacer grande lo pequeño y pequeño lo grande la hacía todopoderosa, y los hombres, al principio reacios a sus relatos, terminaban tomando como cierto todos sus argumentos y venerándola como la única portadora de la inmortalidad que los acercase a los dioses. De hecho, Feme tenía un altar en la misma Atenas.

miércoles, 26 de enero de 2011

EOS / LA AURORA


Eos era la hermana de Helios, el dios del Sol, y de Selene, la diosa de la Luna. Precedía el nacimiento del día y con sus rosados dedos abría las puertas de Oriente, esparciendo el rocío en las hojas y haciendo florecer flores y plantas.

En la mitología griega Eos era la diosa titánide de la aurora, que salía de su hogar al borde del océano que rodeaba el mundo para anunciar a su hermano Helios, el Sol.

Eos vivía en un palacio cerca de una de las puertas que daban al inframundo. En su palacio vivía su amado Titonio, convertido en cigarra. Su madre vivía en una parte de su palacio y en otra parte, habitaban los astros en habitaciones para cada uno. Como diosa de la aurora, Eos abría las puertas del infierno con «sonrosados dedos» para que Helios pudiera conducir su carro por el cielo cada día. En la Ilíada de Homero, su toga de color azafrán está bordada o tejida con flores; con dedos sonrosados y brazos dorados, era representada en vasijas áticas como una mujer sobrenaturalmente hermosa, coronada con una tiara o diadema y con largas alas con plumas blancas de pájaro.

Eos era libre con sus favores y tuvo muchos consortes, tanto entre la generación de los titanes como entre los mortales más hermosos. Con Astreo tuvo a todos los vientos y estrellas. Su pasión por el titán Orión no fue correspondida. Eos secuestró a Céfalo, Clito, Ganimedes y Titono para que fueran sus amantes.

En el más restrictivo mundo helénico, el poeta Apolodoro afirmaba, en una anécdota más que un mito, que su vergonzosa despreocupación era un tormento para Afrodita, quien la halló en la cama con Ares.

Titono fue su consorte más fiel, de cuyo diván la imaginaban levantándose los poetas. Cuando Zeus le robó a Ganimedes para que fuese su copero, Eos le pidió que hiciese inmortal a Titono, pero olvidó pedir la eterna juventud. Titono vivió por tanto para siempre pero se hizo más y más anciano, volviéndose más feo y pequeño y convirtiéndose finalmente en un grillo. Desde entonces cada amanecer, la aurora llora por el destino de su amante lágrimas de rocío, que el grillo bebe, según la creencia antigua. Y si se le pregunta qué desea ahora, responde repetidamente en latín: Mori, mori, mori... Estar muerto.


Según Hesíodo, Titono y Eos tuvieron dos hijos, Memnón y Ematión. Memnón luchó junto a los troyanos en la Guerra de Troya y fue muerto. Su imagen con Memnón muerto sobre sus rodillas, como Tetis con Aquiles e Isis con Osiris, fue el icono que inspiró la Pietà cristiana.


Luego estaba Céfalo. El rapto de Céfalo tenía un atractivo especial para el público ateniense debido a que éste era un muchacho de la ciudad, por lo que este elemento mítico apareció frecuentemente en las vasijas pintadas áticas y fue exportado con ellas. En los mitos literarios Eos raptó a Céfalo cuando éste estaba cazando y lo llevó a Siria. Pausanias fue informado de que la secuestradora de Céfalo fue Hemera, la diosa del día. Aunque Céfalo ya estaba casado con Procris, Eos tuvo tres hijos con él, incluidos Faetonte y Héspero. Pero entonces Céfalo empezó a añorar a su esposa, provocando que una contrariada Eos lo devolviese con ella y lo maldijese. En el relato de Higino se cuenta que Céfalo mató accidentalmente a Procris algún tiempo después al confundirla con un animal mientras cazaba; en Las metamorfosis de Ovidio Procris, celosa, estaba espiándolo y le oyó cantar al viento, Aura, pero creyó que era una serenata a su antigua amante Aurora.

En la mitología romana, Aurora es la deidad que personifica el amanecer. Es una mujer encantadora que vuela a través del cielo para anunciar la llegada del sol. Sus hermanos son: el Sol y la Luna. Tuvo muchos maridos e hijos, cuatro de sus hijos son los vientos del norte, del sur, del este, y del oeste. Según el mito, sus lágrimas son las causantes del rocío mientras ella vuela a través del cielo llorando por uno de sus hijos que fue asesinado. Lucifer —uno de sus hijos— fue tomado por la mitología cristiana para representar a Satanás (de la mitología judía). Su equivalente en la mitología griega es la diosa Eos.

viernes, 21 de enero de 2011

CIRCE





Maga cruel, diosa de los hechiceros. Habitaba en un palacio, desde donde encantaba a los paseantes y marineros, a los que robaba y convertía en animales.

En la mitología griega, Circe era una diosa y hechicera que vivió en la isla de Eea.
Sus padres fueron Helios, el titán preolímpico del Sol, y la oceánide Perseis. Como hermanos tuvo a Eetes, el rey de la Cólquida, y Pasífae. Transformaba a sus enemigos o a los que la ofendían en animales mediante el uso de pociones mágicas y era conocida por sus conocimientos de herborística y medicina.


En la Odisea de Homero, su casa es descrita como una mansión de piedra que se alzaba en mitad de un claro en un denso bosque. Alrededor de la casa rondaban leones y lobos, que en realidad no eran más que las víctimas de su magia: no eran peligrosos y lisonjeaban a todos los extraños. Circe dedicaba su tiempo a trabajar en un gran telar.

Cuando Odiseo llegó a la isla de Eea mandó bajar a la mitad de la tripulación, quedándose él en su barco. Circe invitó a los marineros a un banquete, envenenando la comida con una de sus pociones, transformándolos en cerdos con una vara después de que se hubieran atiborrado. Sólo Euríloco, sospechando una traición desde el principio, logró escapar avisando a Odiseo y a los otros que habían permanecido en los barcos. Con el fin de ayudar a sus hombres, Odiseo recurrió al dios Hermes, de quien recibió una hierba que lo hizo inmune a los encantamientos de Circe. La obligó a restablecer la forma humana de sus compañeros y, sorprendida de que alguien pudiera resistirse a sus sortilegios, se enamoró de Odiseo.


Enamorada de Odiseo, le ayudó en su viaje de regreso a casa después de que él y su tripulación pasasen un año con ella en su isla. Según Homero, Circe sugirió a Odiseo dos rutas alternativas para volver a Ítaca: bien hacia las «rocas errantes» (las pumíceas islas Lípari, llamadas de forma parecida en las notas de viaje del Chou Ju-kua en el siglo XIII), donde reinaba el rey Eolo, o bien pasar entre la peligrosa Escila y el remolino de Caribdis, normalmente identificado con el estrecho de Mesina.

Casi al final de su Teogonía (1011f) Hesíodo cuenta que Circe tuvo tres hijos de Odiseo: Agrio (por lo demás desconocido), Latino y Telégono, quien gobernó a los tirsenos, es decir los etruscos. Poetas posteriores sólo suelen mencionar a este último como hijo de Odiseo y Circe.

Cuando se hizo adulto, cuentan, Circe le envió a buscar a su padre, quien había regresado mucho tiempo atrás a su hogar, pero al llegar Telégono le mató por accidente, llevando su cuerpo de vuelta a Eea junto con su viuda Penélope y su hijo Telémaco. Circe les hizo inmortales y desposó a Telémaco, mientras Telégono se casó con Penélope.

Dionisio de Halicarnaso cita que Xenágoras el historiador afirmaba que Odiseo y Circe tenían tres hijos: Romo, Antias y Árdeas, epónimos de las ciudades de Roma, Anzio y Ardea respectivamente.

Que Circe también purificase a los argonautas por la muerte de Apsirto puede ser una tradición arcaica.
En historias posteriores, Circe transformaba a Pico en un pájaro carpintero por rechazar su amor, y a Escila en una criatura monstruosa con seis cabezas de perro cuando Glauco, otro objeto de los afectos de Circe, declaraba su amor eterno hacia aquélla.

Circe, en la mitología griega, hechicera, hija del dios Helios y de la nereida Perseis. Vivía en la isla de Ea, cerca de la costa oeste de Italia. Con pociones y encantamientos, Circe era capaz de convertir a los seres humanos en animales. Sin embargo, sus víctimas conservaban la razón, y sabían lo que les había ocurrido. Durante su travesía, el héroe griego Odiseo visitó la isla de Circe con sus compañeros, a los que ésta transformó en cerdos.

"Ulises/Odiseo cuenta la historia"
“Proseguimos la navegación en el barco abarrotado y arribamos nuevamente a una isla, la de Eea, habitada por una bella semidiosa, hija de Helio y de Perse, que tiene por padre el Océano y hermana del rey Eetes. Llamábase Circe y poseía un soberbio palacio en la isla, pero nosotros nada sabíamos de ella. Anclamos en una bahía agotados por la fatiga. A la mañana tercera, yo, armado con la lanza y la espada, me dispuse a ir a explorar el país y anduve hasta que descubrí una columna de humo que se elevaba del palacio de Circe. 
Pronto todos nos dirigimos a aquel palacio, construido en piedra tallada y oculto en un apacible valle de la isla. Pero, ¡qué asombro el de mis compañeros al descubrir que en la cerca del edificio y delante de las puertas habían lobos de agudos dientes y leones de abundantes melenas, paseándose de un lado a otro! 
Al ver que aquellas bestias no les causaban ningún daño, mis amigos, se acercaron a las puertas del palacio, en cuyo interior resonaba la voz de Circe, que era una excelente cantante. Por consejo de Polites, el más caro de mis compañeros, llamaron a la mujer, pidiéndole que saliese, y, en efecto , ella se presentó y les invitó a pasar. Circe acompañó a los demás al palacio, tratándoles con gran amabilidad. Luego trajo queso, harina y miel y con estos ingredientes la maga amasó un exquisito pastel; pero mientras lo confeccionaba mezcló en la pasta sin ser vista por nadie, ciertos jugos nocivos, destinados a perturbar los sentidos de aquellos infelices. Y en efecto apenas probaron el tentador manjar, todos quedaron convertidos en cerdos.” 
Yo veía todo desde lejos en compañía de Euríloco, “Huyamos de esta playa maldita, me dijo” En el camino hacia el barco me encontré con un joven, adornado con todas las gracias de la juventud, que me alargó su vara de oro, por lo que conocí en él a Hermes, el mensajero de los celestiales. El, cogiéndome afablemente de la mano, me dijo: “Infeliz, ¿adónde vas corriendo por estas selvas sin conocer el país? Circe ha encerrado a tus amigos en la pocilga, transformados en cerdos. ¿Acaso vas a liberarlos? Mira que antes sufrirás tu la misma suerte. Pero yo voy a darte un remedio que te preservará de aquella desgracia. Si llevas sobre ti esta planta maravillosa sus filtros impedirán que te haga algo a ti. Ella te preparará una jalea con vino muy dulce, en la que echará sus drogas, pero esta hierba impedirá que te convierta en bestia. Cuando te toque con su larga vara mágica, tú desenvainas tu espada y arremetes contra ella como si fueses a matarla, con lo cual arrancarás fácilmente un juramento sagrado. Entonces puedes quedarte tranquilo a su lado y satisfacer su voluntad, y una vez exista intimidad entre vosotros, ya no rechazará tus ruegos y te devolverá a tus amigos”.