jueves, 2 de septiembre de 2010

EROS / CUPIDO




Conocimos a Eros en la Cosmogonía, era quién encarnaba la fuerza espiritual del amor que salió directamente del Caos y actuó como atracción y unión entre Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra). Por tanto, fue el que aseguró la creación del mundo y la cohesión interna del Cosmos.

Más tarde, en la Teogonía, se llamó Eros o Cupido a otro dios, al hijo de Afrodita. Un joven bello y alado que iba acompañado siempre por Hímero (el deseo) y Anteros, su hermano gemelo.

Durante la época helenística, Eros o Cupido, se representaba también, como un travieso niño alado, portando un carcaj de flechas que iba disparando por doquier y que causaba a todas horas el tormento amoroso de los dioses del Olimpo. Las alas, representaban la fugacidad del deseo amoroso. Y las flechas, si eran de oro, aseguraban al que las recibía un amor verdadero. Si por el contrario eran de hierro, el amor sería desafortunado. De este episodio, deriva el famoso término “flechazo” que describe el enamoramiento. A veces, también se le representaba con una venda sobre los ojos, lo que aludía a la dificultad para ver los defectos de la persona amada, o también que el amor no entiende de edad, raza, sexo o religión.

Las representaciones de Eros, como un niño aldado, son una anticipación de los querubines o angelitos que solían acompañar a las imágenes sagradas en la religión cristiana.


Eros, protagonizó junto a la princesa Psique, una de las historias más conocidas dentro de la mitología clásica. El mito comienza narrando cómo los hombres dejaron de frecuentar el templo de Afrodita (la poseedora de la gracia y la belleza) para acudir a contemplar la hermosura de una simple mortal, Psique.
Los mortales no podían estar nunca por encima de los dioses, ya sabemos que por esto podían ser cruelmente castigados. Así, la celosa Afrodita envió a su hijo Eros, para que hiciese que la joven se enamorase de la criatura más despreciable. Sin embargo, Eros se enamoró a simple vista de Psique, y acto seguido impidió a los mortales que también se pudiesen enamorar de ella.
La soledad de Psique. que no tenía ningún pretendiente a pesar de su extraordinaria belleza, hizo que sus padres consultaran el oráculo de Apolo en Delfos. Apolo, confidente de Eros, les anunció que en lo alto de una colina, una serpiente alada y pavorosa, esperaba a su hija para desposarla.
Entre lamentos y para no contradecir las órdenes del oráculo sagrado, la familia de Psique, condujo a la joven hasta allí. En ese momento, Céfiro, el dios del viento, la transportó hasta un magnífico palacio.
Llegada la noche, Eros se acercó a Psique de manera velada y con sus palabras y caricias alejó los temores de la joven. La bella mortal, desde ese momento, y sin verle el rostro, comenzó profesarle un gran amor.
Todo era felicidad entre los dos amantes, hasta que una noche, Eros, le advirtió que sus hermanas lloraban todos los días desconsoladas en la colina donde la habían abandonado.
Compadecido, le dio su consentimiento para que fuese a consolarlas con la condición de que nunca se dejase conmover por sus lágrimas, ni tampoco intentara , a su regreso, verle el rostro.
Psique, convenció a Céfiro para que la llevase al lugar donde se encontraban sus hermanas. Tras un breve encuentro familiar, éstas quedaron consoladas y se despidieron envidiosas de su suerte. Al poco tiempo, todas, planearon visitar el palacio de su hermana para conocer mejor su suerte, pero llevaban en el fondo la intención de despertar la duda y el miedo en ella. En cuanto la vieron le insinuaron que sin ver el rostro de su amado, éste, podría ser un monstruo, tal y como les había confiado el oráculo de Delfos.
Esa noche, Psique preparó una lámpara y un cuchillo afilado. Esperó a que Eros durmiese y le iluminó el rostro. El dios, lejos de ser un monstruo, era un hermoso joven.
Mientras lo miraba, Psique derramó sin querer aceite sobre su cara y Eros, herido y entristecido por la promesa incumplida y la desconfianza, se fue.
Desde ese momento, la princesa vagó por todo el mundo implorando a los dioses encontrar a su amado. Sin embargo, nadie le ayudó. Por el contrario, Afrodita (ya vimos lo celosa que estaba de su belleza) sólo pensaba castigarla. Con la promesa de mostrarle dónde estaba Eros, disponía todo el tiempo para ella, pruebas humillantes. De este modo, Psique, tuvo que separar una gran cantidad de granos de distintos tipos, esquilar unos carneros cuya lana era de oro, traer agua del río Estigia, e incluso ir al Hades a que Perséfone guardase en una caja un poco de su belleza.
Finalmente, y después de tantos trabajos, Psique cayó agotada en un profundo sueño.
Entonces Eros, salió a buscarla. Tras rescatar a la princesa, subió al Olimpo para implorar la ayuda de Zeus, que no sólo concedió la inmortalidad a la joven , sino que también consintió el matrimonio entre ambos. Así, la bella Psique después de beber ambrosía, se convirtió en inmortal y se unió al dios para siempre.

Encontramos relatos muy similares en la literatura contemporánea. El mito alude a la importancia de la confianza en el amado y lo trivial de la belleza física del el mismo.

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