miércoles, 11 de agosto de 2010

DIONISIO / BACO




Dionisio era hijo de Zeus y Sémele. Vino al mundo de forma trágica porque su madre, cuando estaba de él encinta, fue convencida por la celosa Hera para que le pidiese a Zeus mostrarse con todo su poder. El dios lo hizo y Sémele quedó reducida a cenizas, antes de que muriera, Zeus extrajo a Dionisio de su vientre y se lo incrustó en uno de sus muslos, donde el dios acabó la gestación.

La esposa de Zeus, Hera, una diosa celosa y vanidosa, descubrió la aventura de su marido cuando Sémele estaba encinta. Con el aspecto de una anciana (en otras versiones de una nodriza), Hera se ganó la amistad de Sémele, quien le confió que Zeus era el auténtico padre del hijo que llevaba en el vientre. Hera fingió no creerlo, y sembró las semillas de la duda en la mente de Sémele, quien, curiosa, pidió a Zeus que se revelara en toda su gloria como prueba de su divinidad. Aunque Zeus le rogó que no le pidiese eso, ella insistió y él terminó accediendo. Entonces Zeus se presentó ante ella con sus truenos, relámpagos y rayos, y Sémele pereció carbonizada. Zeus logró rescatar al fetal Dioniso plantándolo en su muslo. Unos meses después, Dioniso nació en el monte Pramnos de la isla Icaria, a donde Zeus fue para liberarlo ya crecido de su muslo. En esta versión, Dioniso tuvo dos «madres» (Sémele y Zeus) antes de nacer, de donde procede el epíteto dimētōr (‘de dos madres’), relacionado con su doble nacimiento.

En otra versión de la misma historia, Dioniso era el hijo de Zeus y Perséfone, la reina del Inframundo. Una celosa Hera intentó de nuevo matar al niño, enviando esta vez a los Titanes a descuartizarlo tras engañarlo con juguetes. Zeus hizo huir a los Titanes con sus rayos, pero éstos ya se habían comido todo salvo el corazón, que fue salvado, según las fuentes, por Atenea, Rea o Deméter. Zeus usó el corazón para recrearlo en el vientre de Sémele, de donde de nuevo fue ‘el nacido dos veces’. Otras versiones afirman que Zeus dio a comer el corazón a Sémele para preñarla.

Se le considera el dios de las viñas y del vino, y fue criado en una cueva por las ninfas que le instruyeron en el canto y la danza. Su maestro Isleño le enseñó a plantar la vid. Al crecer fue enloquecido por Hera y anduvo errante hasta la India. Durante el trayecto le acompañó un salvaje cortejo formado por las Ménades, Pan y los sátiros o faunos armados con báculos y coronados por agudas piñas, denominadas “los tirsos”, espadas, címbalos y tambores.

La leyenda cuenta que Zeus tomó al infante Dioniso y lo puso a cargo de Hermes. Una versión de la historia es que éste dio el niño al rey Atamante y su esposa Ino, tía de Dioniso. Hermes pidió a la pareja que criase al bebé como una niña, para esconderlo de la ira de Hera. Otra versión es que Dioniso fue puesto bajo la tutela de las ninfas de la lluvia de Nisa, que le criaron en su infancia y niñez, y que por sus cuidados fueron recompensadas por Zeus con el ascenso entre las estrellas como las Híades. Otra versión es que Zeus lo dio a Rea, o a Perséfone para que lo criase en el Inframundo, lejos de Hera. Alternativamente, fue criado por Maro.

Cuando Dioniso creció, descubrió la cultura del vino y la forma de extraer su precioso jugo, pero Hera hizo que se volviese loco y le empujó a vagar por diversas partes de la tierra. En Frigia la diosa Cibeles, más conocida por los griegos como Rea, le curó y le enseñó sus ritos religiosos, y así emprendió su recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. La parte más famosa de sus viajes es su expedición a la India, que se dice duró varios años. Volvió triunfante y emprendió la introducción de su culto en Grecia, pero se le opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que éste acarreaba (Penteo y Licurgo).

Como hombre joven, Dioniso era excepcionalmente atractivo. Una vez, disfrazado como un mortal sentado junto a la orilla del mar, fue visto por unos pocos marineros, que creyeron que era un príncipe. Intentaron secuestrarle y llevarle lejos para venderlo como esclavo o pedir un rescate. Probaron a atarle con cuerdas, pero ninguna podía sujetarlo. Dioniso se convirtió en un fiero león y soltó un oso a bordo, matando a todos los que entraron en contacto con él. Los que saltaron por la borda fueron transformados compasivamente en delfines. El único superviviente fue Acetes, el timonel, que reconoció al dios e intentó detener a sus marineros desde el principio. En una historia parecida, Dioniso deseaba navegar desde Icaria hasta Naxos, así que alquiló un barco pirata tirrenio. Pero cuando el dios estuvo a bordo, no navegaron hacia Naxos sino hasta Asia, con la intención de venderlo como esclavo. Por esto Dioniso transformó el mástil y los remos en serpientes, y llenó la nave de hiedra y del sonido de flautas, de forma que los marineros enloquecieron y saltaron al mar, donde fueron transformados en delfines.

Orgías o bacanales son los nombres que recibían las fiestas consagradas a este dios.
Las mujeres que participaban en ellas se llamaban bacantes o ménades. Por la noche entraban en éxtasis y corrían semidesnudas por los montes. Los hombres se vestían con pieles de machos cabríos, tigres y otros animales y se pintaban con sangre, vino tinto o jugo de moras. Mientras todos corrían, lanzaban fuertes gritos, rozando lo frenético y la locura.

Al regresar a Grecia de su viaje por la india, se casó con Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, que fue abandonada por Teseo y también fue amante de la diosa Afrodita. En su honor se celebraban las fiestas grandes Dionisíacas en el mes de marzo. Durante las mismas, se representaban Tragedias y Comedias en el Teatro. Se le representaba como un joven imberbe y mofletudo, coronado por unos pámpanos y portando en la mano un tirso, un racimo de uvas o una copa.

Resulta muy curioso pensar cómo los dioses se oponen y al mismo tiempo se complementan entre sí. Pensemos en las diferencias entre Atenea y Ares respecto a la guerra, en Hera como protectora del matrimonio, frente a Afrodita que encarna el deseo amoroso y la infidelidad. Hestia, diosa del hogar y la estabilidad, en clara oposición a Hermes, el dios viajero que preside lo fugaz y los cambios de ánimo. Artemisa reinando sobre los espacios no civilizados, dominios siempre donde abunda la caza, mientras Démeter lo hacía sobre el espacio cultivado. Por último destacar la oposición más relevante entre Apolo y Dionisio. Apolo como dios de la claridad, el orden y la estabilidad, y Dionisio, como el dios bebedor, salvaje e incivilizado.

Una vez Dioniso halló que su antiguo profesor y padre adoptivo, Sileno, había desaparecido. El anciano había estado bebiendo, se había marchado ebrio y se encontró con algunos campesinos, que lo llevaron ante el rey, Midas (alternativamente, Sileno se metió en la rosaleda del rey). Midas le reconoció y le trató hospitalariamente, entreteniéndole durante diez días y noches educadamente, mientras Sileno divertía al rey y sus amigos con historias y canciones. Al undécimo día Midas llevó a Sileno de vuelta con Dioniso. Éste ofreció a Midas que eligiera la recompensa que deseara. Midas pidió que todo lo que tocase se transformara en oro. Dioniso accedió, aunque lamentó que no hubiese hecho una elección mejor. Midas se regocijó en su nuevo poder, que se apresuró en poner a prueba, tocando y convirtiendo en oro una rama de roble y una piedra. Deleitado, tan pronto como llegó a casa ordenó a los sirvientes que dispusieran un festín en la mesa. Entonces halló que su pan, su carne, su hija y su vino se convertían en oro. Enfadado, Midas se esforzó en desprenderse de su poder (el toque de Midas), pues odiaba el don que había codiciado. Rezó a Dioniso, rogando ser librado de su hambre. Dioniso le oyó y consintió, diciendo a Midas que se bañase en el río Pactolo. Midas así lo hizo, y cuando tocó las aguas el poder pasó a éstas, y las arenas del río se convirtieron en oro. Esto era un mito etiológico que explicaba por qué las arenas del río Pactolo eran ricas en oro.

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